jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



OCTOGESIMONOVENA ENTREGA

CAPÍTULO 9


La vuelta a casa: El regreso a sí misma

La prolongación excesiva de la estancia (2)

El regreso a casa es especialmente importante cuando la mujer ha estado ocupada con cuestiones del mundo exterior y ha permanecido en él demasiado tiempo. ¿Qué duración tiene este tiempo? En cada mujer es distinta, pero baste decir que las mujeres saben con absoluta certeza cuándo han permanecido demasiado tiempo en el mundo y ya es hora de regresar casa. Sus cuerpos están en el aquí y el ahora, pero sus mentes están muy lejos.


Se mueren de ganas de iniciar una nueva vida. Ansían volver al mar. Viven simplemente para el mes que viene, hasta que pase el semestre, están deseando que termine el invierno para poder volver a sentirse vivas, están deseando que llegue una fecha místicamente establecida en algún momento del futuro en la que finalmente serán libres de hacer algo prodigioso. Creen que se morirán si no...
(llena tú misma el espacio en blanco). Y todo tiene un aire de duelo. Experimentan desasosiego. Sensación de privación. Nostalgia. Tiran de los hilos sueltos de su falda y se pasan largo rato mirando a través de las ventanas. Y no se trata de un malestar transitorio. Es algo permanente que se va intensificando conforme pasa el tiempo.

Pese a lo cual, las mujeres siguen con sus rutinas cotidianas, miran con expresión sumisa, sonríen con afectación y se comportan como si se sintieran culpables. "Sí, sí, ya lo sé -dicen-. Tendría que hacerlo, pero, pero, pero... " Los "peros" de sus frases son la señal de que han permanecido demasiado tiempo en el mundo exterior.

Una mujer incompletamente iniciada que se encuentra en este estado de disminución cree equivocadamente que adquirirá un mayor reconocimiento espiritual quedándose donde está que yéndose. Otras se sienten atrapadas y, tal como dicen en México, tienen que dar un tirón fuerte a algo y tiran incesantemente de la manga de la Virgen en su afán de demostrar que son buenas y aceptables.

Pero hay otras razones por las que la mujer se siente dividida. No está acostumbrada a permitir que los demás lleven las riendas. Puede ser una practicante de la "letanía de los niños", esa que dice "Pero mis hijos necesitan tal cosa o tal otra, etc." (12). No se da cuenta de que, sacrificando su necesidad de regreso, está enseñando a sus hijos a sacrificar sus necesidades cuando sean mayores.

Algunas mujeres temen que los que las rodean no comprendan su necesidad de regresar a casa. Y puede que no todo el mundo la comprenda. Pero la que tiene que comprenderla es la propia mujer. Cuando una mujer regresa a casa siguiendo sus propios ciclos, los que la rodean tienen que entregarse a la tarea de su propia individuación y a la resolución de sus propias cuestiones vitales. El regreso a casa de la mujer propicia el crecimiento y el desarrollo de los demás.

Entre las lobas no se dan estas sensaciones de división a propósito de la partida o la permanencia, pues trabajan, paren, descansan y vagabundean siguiendo unos ciclos. Forman parte de un grupo que comparte los trabajos y los cuidados cuando otros miembros de la manada se hallan ausentes. Es una buena manera de vivir. Es una manera de vivir que posee toda la integridad de lo femenino salvaje.

Vamos a dejar bien claro que el hecho de regresar a casa puede ser muchas cosas distintas para muchas mujeres distintas. Una pintora rumana amiga mía sabía que su abuela se encontraba en su fase de regreso a casa cuando sacaba una silla de madera al jardín de la parte de atrás y permanecía sentada contemplando el sol con los ojos abiertos. "Es una medicina muy buena para los ojos", decía. Los demás se guardaban mucho de molestarla y, si no se guardaban, muy pronto se enteraban de lo que valía un peine. Es importante comprender que el regreso a casa no cuesta necesariamente dinero. Cuesta tiempo. Cuesta mucha fuerza de voluntad decir "Me voy" y decirlo en serio. Se puede volver la cabeza, tal como aconseja hacer mi querida amiga Jean y decir "Ahora me voy, pero volveré", pero hay que hacerlo sin interrumpir el camino de regreso a casa.

Hay muchas maneras de regresar a casa; muchas son profanas y otras son divinas. Mis clientas me dicen que, para ellas, estas tareas mundanas son un regreso a casa, pero yo les advierto de que la situación exacta de la rendija que nos abre el camino de la vuelta a casa cambia según el momento, por lo que su localización de este mes puede ser distinta de la del anterior. Volver a leer pasajes de libros y poemas que nos han emocionado. Pasar unos cuantos minutos junto a la orilla de un río, una corriente o un arroyo. Tenderse en el suelo en medio de las sombras del crepúsculo. Estar en compañía de un ser amado sin la presencia de los niños. Sentarse en el porche quitándole la cáscara a algo, haciendo calceta, mondando algo. Caminar o conducir el automóvil en cualquier dirección y después regresar. Subir a un autobús con destino desconocido. Construir tambores mientras se escucha música. Saludar el amanecer. Desplazarse en coche hasta
un lugar en el que las luces de la ciudad no borren el cielo nocturno. Rezar. Tener un amigo especial. Sentarse en el pretil de un puente con las piernas colgando.

Sostener a un niño en brazos. Sentarse junto a la luna de un café y ponerse a escribir. Sentarse en el centro de un claro del bosque. Secarse el cabello al sol. Introducir las manos en un barril lleno de agua de lluvia. Plantar procurando ensuciarse las manos de barro. Contemplar la belleza, la gracia, la conmovedora fragilidad de los seres humanos.
Por consiguiente, no es necesario emprender un largo y arduo viaje para regresar a casa, aunque tampoco quisiera dar a entender que se trata de algo muy simple, pues el hecho de regresar a casa exige vencer una considerable resistencia tanto si es fácil como si es difícil.

Hay otra manera de comprender la razón de que las mujeres retrasen su regreso a casa, una razón mucho más misteriosa que consiste en la excesiva identificación de una mujer con el arquetipo de la sanadora. Un arquetipo es una enorme fuerza misteriosa e instructiva a la vez. Hacemos acopio de provisiones cuando estarnos cerca de él, tratamos de emularlo en cierto modo y mantenemos una relación equilibrada con él. Cada arquetipo tiene unas características determinadas que concuerdan con el nombre que asignamos a cada uno de ellos: la gran madre, el niño divino, el héroe solar, etc.

El arquetipo de la gran sanadora sugiere sabiduría, bondad, conocimiento, solicitud y todas las demás cualidades que se asocian con una sanadora. Por consiguiente, es bueno ser generosa, amable y servicial como el arquetipo de la gran sanadora. Pero sólo hasta cierto punto. Más allá de él ejerce una influencia entorpecedora en nuestras vidas. El impulso que experimentan las mujeres de "curarlo todo y arreglarlo todo" es una peligrosa trampa creada por las exigencias que nos impone nuestra cultura y que consisten sobre todo en las presiones que nos obligan a demostrar que no estamos ahí sin hacer nada como unos pasmarotes sino que poseemos un valor amortizable; podríamos decir incluso que en algunas partes se nos obliga a demostrar que valemos para algo y que, por consiguiente, tenernos derecho a vivir. Estas presiones se introducen en nuestra psique cuando somos muy jóvenes e incapaces de juzgar y oponer resistencia. Más tarde las presiones se convierten en ley, a no ser que las desafiemos o hasta que nos decidamos a hacerlo.

Pero los gritos del mundo que sufre no pueden ser atendidos constantemente por una sola persona. Sólo podemos responder a los que nos permiten regresar a casa con regularidad, de lo contrario, las luces de nuestro corazón se van apagando hasta quedar reducidas prácticamente a nada. A veces lo que el corazón desea socorrer no coincide con los recursos de que dispone el alma. Si una mujer valora su piel de foca, resolverá estas cuestiones según lo cerca que ella se encuentre de "casa" y la frecuencia con que haya estado allí.

Aunque los arquetipos emanen de nosotras durante unos breves períodos de tiempo que se podrían calificar de experiencia numinosa, ninguna mujer puede irradiar constantemente un arquetipo. Sólo el arquetipo propiamente dicho puede servir en todo momento, entregarse por entero y mostrar una energía inagotable. Podemos intentar emular a los arquetipos, pero éstos son unos ideales inalcanzables para los seres humanos y no están destinados a hacerse realidad.

Y, sin embargo, la trampa exige que las mujeres se agoten en un vano intento de alcanzar estos niveles irreales. Para evitar la trampa, hay que aprender a decir "Basta" y "Que pare la música", pero a decirlo en serio.

Para empezar, una mujer tiene que alejarse, estar consigo misma y examinar de qué manera se quedó atrapada en un arquetipo (13). Tiene que recuperar y desarrollar el instinto de conservación salvaje que establece "sólo hasta aquí y no más, sólo esto y nada más". Así es como la mujer conserva la orientación. Es preferible irse a casa durante algún tiempo aunque ello provoque el enfado de los demás, antes que quedarse y deteriorarse y tener que alejarse finalmente a rastras, cubierta de andrajos.

Por consiguiente, las mujeres que están cansadas y transitoriamente hartas del mundo, que temen tomarse un poco de tiempo libre o interrumpir sus actividades, ¡ya es hora de que despierten! Que cubran con una manta el gong que las llama para que colaboren constantemente en esto, aquello o lo de más allá. Ya retirarán la manta a la vuelta si así lo desean. Si no regresamos a casa cuando es el momento, perdemos la concentración. El hecho de encontrar de nuevo la piel, ponérnosla, ajustárnosla bien y regresar a casa nos ayuda a ser más eficaces en nuestra actuación a la vuelta. Hay un dicho según el cual "No se puede regresar a casa", pero es falso. Aunque no se puede regresar de nuevo a la matriz, sí se puede regresar al hogar. Y no sólo es posible sino que es un requisito imprescindible.

Notas

(12) No tienen porqué ser los hijos. Puede ser cualquier cosa. "Las plantas de mi casa. Mi perro. Mis deberes. Mi pareja. Mis geranios." Todo es un pretexto. En el fondo, la mujer se muere de miedo de irse, pero también se muere de miedo de quedarse.

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